La industria alimentaria es la responsable del 26% de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, según un estudio de la revista Science, porque para su producción se necesita el 48% de los recursos naturales; por lo que se concluye que es insostenible el modelo de producción actual. 

Por eso, hay que apostar por la alimentación sostenible. Pero, ¿en qué consiste? Según FAO, la alimentación sostenible se caracteriza por una producción de alimentos con bajo impacto ambiental y siendo justa y asequible económicamente, además de saludable nutricionalmente. 

Una cadena de producción de los alimentos poco sostenible

La cadena de alimentos se divide en varias etapas: producción, procesamiento, distribución, venta y consumo, y cada una de ellas deja su huella en el medioambiente. Así, el 34% proceden de la producción, el 18% es del procesado, envasado, transporte y venta y un 11% corresponde al consumo final. 

La producción es, como podemos comprobar, la etapa más contaminante y, dentro de la misma, hay alimentos que emiten más gases de efecto invernadero que otros. 

Infografía que muestra los alimentos que emiten más y menos CO2 durante el proceso de producción

La importancia de consumir alimentos sostenibles de KM 0 y de la  trazabilidad alimentaria

Muchos de los alimentos que consumimos recorren una gran distancia generando así un aumento de las emisiones de CO2, son los llamados alimentos kilométricos. Esta situación supone un perjuicio para los costes ambientales así como los sociales de su producción y distribución. 

Consumiendo alimentos sostenibles de KM 0, se puede evitar esta emisión innecesaria de carbono.  Este tipo de alimentos son aquellos que proceden de zonas de cultivo no más lejanas de 100 kilómetros.  Estos productos de proximidad son más sostenibles y reducen en gran medida la contaminación, minimizan el desperdicio que se produce durante el desplazamiento y ayudan a promover la economía local. 

Para conocer los pasos de un alimento desde su origen hasta que llega al consumidor, tenemos la trazabilidad alimentaria, un elemento clave para sostener  la seguridad alimentaria en todas las etapas. Y, por eso, existen normas como ISO 2205 de Trazabilidad en la Cadena de Alimentos, un requisito obligatorio para todas las empresas de la cadena alimentaria. 

El beneficio de usar envases sostenibles           

La fabricación y la utilización masiva de plásticos de un solo uso hizo que nacieran otro tipo de envases como los biodegradables y los compostables. Además, desde julio del año 2021, entró en vigor una norma de la Unión Europea que prohíbe la venta de este tipo de artículos en los países miembros. 

Para que un envase sea sostenible tiene que cumplir varios requisitos: que estén fabricados con materias primas que puedan reciclarse, que la fabricación, cadena de montaje y transporte tengan una huella de carbono reducida y que esté pensado para tener una larga vida útil.  

Llevar una dieta vegana o plant based

Una práctica que se está extendiendo es la dieta vegana. En 2020 se registró un aumento del 34% de veganos en España respecto a 2019, en total son 5,1 millones. Los alimentos de origen animal tienen una huella más alta que aquellos de origen vegetal; las emisiones de CO2 de la mayoría de alimentos plant-based suponen entre un 10 y un 50% menos  que los procedentes de animales. Así, este tipo de alimentación sostenible es una medida efectiva para reducir la producción de gases de efecto invernadero. 

Además, es beneficioso para la salud porque reduce el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares  o enfermedades como la obesidad o diabetes, además de ser rica en agua, vitaminas y fibra. 

Evitar el desperdicio alimentario

Se considera desperdicio alimentario los productos alimentarios descartados en alguna etapa de la cadena que siguen siendo comestibles y que terminan desechados como residuo. La FAO manifiesta que en el mundo se desperdician 1.100 millones de toneladas de alimentos vegetales y 175 millones de toneladas de aquellos de origen animal y que en la UE el 70% de los desperdicios son en el ámbito doméstico, restauración y minoristas, mientras que el 30% restante es en la producción y procesamiento, 

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